El Minimalismo orgánico es un término artístico usado para describir una tendencia o corriente que combina los principios del minimalismo —reducción formal, economía de medios— con elementos y estéticas inspiradas en formas naturales, orgánicas o vivas.
La evolución del Minimalismo orgánico se desarrolla en el punto de encuentro entre las artes del Minimalismo y las del Organicismo.
MINIMALISMO
El Minimalismo se caracteriza por el uso del color monocromático y por la reducción a los elementos más esenciales: forma, estructura y superficie.
Antes de aparecer este término artístico, ya en las décadas de 1910 y 1920 los primeros artistas habían creado obras dentro de los movimientos Constructivismo y Suprematismo, ambos sustentados en la simplicidad, las formas geométricas, los colores monocromáticos y las líneas puras, influenciados por el Cubismo y el Futurismo.
Más adelante, el arquitecto Mies van der Rohe acuñó la célebre frase «Less is more» (“Menos es más”), mientras que el crítico Richard Wollheim empleó por primera vez la expresión Minimal Art en la revista Art Magazine en 1965.
Posteriormente surgieron derivaciones como el Land Art de los años sesenta, el Postminimalismo de los setenta y el Neominimalismo o Neo-geo de los ochenta, corrientes que ampliaron sus principios y mantuvieron su vigencia en el arte, la arquitectura y el diseño contemporáneos.
ORGÁNICO
En los años cuarenta, el arquitecto Frank Lloyd Wright desarrolló el organicismo, basado en la armonía entre el edificio, el ser humano y la naturaleza. Su filosofía propone que una obra arquitectónica debe concebirse “desde dentro hacia afuera” para mantener coherencia con su entorno. Wright acuñó el término Arquitectura orgánica, que posteriormente influiría en generaciones enteras de arquitectos.
A finales de la década de 1980, el Deconstructivismo se consolidó como un movimiento arquitectónico caracterizado por edificios de formas escultóricas y orgánicas, con exponentes como Frank Gehry y Zaha Hadid. La raíz filosófica de este movimiento remite a las ideas del filósofo Jacques Derrida en los años 60.
Ya en el siglo XXI, la Arquitectura biodigital, impulsada por Alberto T. Estévez, fusiona arquitectura, biología y tecnología digital, prolongando la búsqueda de una armonía entre naturaleza, forma y sistema constructivo.
El Minimalismo orgánico, por tanto, se nutre de ambas tradiciones: la reducción formal del minimalismo y la vitalidad simbólica del organicismo. En su encuentro surge una estética que busca la serenidad de lo esencial sin renunciar al pulso de lo vivo.
El Minimalismo orgánico no es solo una corriente estética, sino una actitud frente a la creación y la vida. Surge del diálogo entre la pureza del minimalismo y la vitalidad del organicismo, entre la razón y la intuición, entre la forma y la naturaleza que la inspira.
Su evolución demuestra que la sencillez no es carencia, sino plenitud; que la forma mínima puede contener la máxima emoción; y que en la unión de lo geométrico y lo vivo se encuentra la verdadera continuidad entre arte y naturaleza.
A lo largo de los años, esta fusión ha crecido como una semilla que germina lentamente, encontrando su lugar en la arquitectura, la pintura, la escultura y el pensamiento visual contemporáneo.
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